domingo, 4 de marzo de 2012

Sensación pre-primaveral

Aún nos siguen quedando los pequeños momentos que nos dan la felicidad. Hoy al hacer la cama, abrir la ventana y poner un disco de Jordi Savall (The Celtic Viol) he oído cómo un gorrión cantaba al son de la viola de gamba. Sigue desde hace diez minutos sin cesar en su melodía para regalarme una pizca más de mundo, una pizca más de pura creación.

Día a día me doy cuenta de la pérdida de sensibilidad de tanta gente que me rodea. En el metro, en la facultad, en la calle… (excluyo televisión y Youtube). ¡Podría achacarlo a tantas cosas! pero no quiero culpar a ningún medio -aunque tenga razón- ni a nadie. A mi pesar la sensibilidad nos la intentaron quitar hace ya tiempo ¿masificación de medios?
Aún queda algo de esta sensibilidad pura e inocente en la edad adolescente en la que chicos y chicas se enamorar entre sí y escriben aquello que sienten tan profundo. Sienten de manera diferente a los demás cómo la brisa recorre cada minúsculo reducto de su rostro. Cierran los ojos, sonríen y piensan en ella. Escriben sobre sus sensaciones (aunque tristemente sea por redes sociales) y plasman en sus letras algo que jamás se les podrá arrebatar: su felicidad sensitiva de aquel preciso momento.

Aunque muchos confundan ese placer sensitivo con el sexo, no hay que confundir un placer sensitivo de impulso con un placer sensitivo. Aristóteles en su Retórica (1370a. 19) dice sobre los placeres que “de los apetitos unos son irracionales a los que no se tienen por suposición de algo que apetecer, y son tales los que se dice que son naturales, como los que resultan del cuerpo: así los de alimento, sed y hambre, y una especie de deseo de cada especie de alimento; y los referentes al gusto y los referentes a lo venéreo, y en general los deseos del tacto, los de olores agradables, de oído y de vista. Son racionales los que se tienen a consecuencia de persuasión, pues muchas cosas se desean ver y poseer por haber oído y estar persuadido”. En definitiva, como define Aristóteles más adelante, “el placer consiste en sentir cierta sensación”, por lo tanto, también sería placer la sensación que produce el perseguido sexo, pero eso sería más bien la satisfacción de un apetito. De nuevo entra Aristóteles (Ret. 1370b. 19) a lo que me refería en el párrafo anterior sobre los enamorados: “Y los enamorados gozan hablando y escribiendo y haciendo siempre algo acerca del amado, pues en todo esto, acordándose, les parece como que sienten al amado. Y para todos es ese el comienzo del amor, cuando no sólo gozan con el amado presente, sino que de él se acuerdan cuando está ausente y les hace pena que no esté presente, e igualmente hasta en los padecimientos y lágrimas resulta cierto placer, pues la pena está en la carencia, pero el placer en el recuerdo y ver de algún modo a aquel, y lo que hacía y cómo era…”.

Concluyo refiriéndome a aquel gorrión que al ritmo de la melodía de Jordi Savall cantaba con la primavera a las puertas en unos cuantos días. Por esto quería dejaros un poema de Rainer Maria Rilke cuando apenas tenía 19 años en su Praga de 1895. A esta edad ya escribió un gran libro de poemas, dedicados a esta ciudad, titulado Larenopfer (Ofrenda a los Lares) en el que se incluye este poema dedicado a la primavera (trad. Jesús Munárriz, ed. Hiperión):

PRIMAVERA

Los pájaros se alegran -despiertos por la luz-,
y llenan las azules lejanías de ruido;
en el parque imperial, el antiguo salón
de baile se ha cubierto totalmente de flores.

El sol inscribe lleno de esperanza
con grandes letras en la hierba joven.
Sólo allá al fondo bajo las hojas marchitas
suspira triste aún un Apolo de piedra.

Un vientecillo sopla y con su baile barre
los amarillos arabescos de hojas
y rodea su frente con una luminosa,
una azulada corona de lilas.

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