martes, 6 de diciembre de 2011

Un método peligroso



Una visión histórica de conjunto en general buena. La vida de Jung es reflejada con caracteres reales. A pesar de las demás críticas (demasiado influidas por la excesiva publicidad que se le ha hecho seguramente propiciada por los afamados actores que pueblan la película), el drama que plantea roza la mediocridad y la trama el cabeceo, el parpadeo y los suspiros. Los problemas psicosexuales que caracteriza con gran realismo Keira Knightley son tratados con la poca entereza del doctor Jung (Michael Fassbender). La personificación hecha por Viggo Mortensen hace que se eche en falta la importancia de Sigmund Freud en la trama, muchas veces eclipsada por el protagonismo que se le da a Jung.

lunes, 7 de noviembre de 2011

Accademia del Piacere y Arcángel (19/10/2011 - Auditorio Nacional)

Solo unos pocos sitios vacíos en la sala de cámara del auditorio adelantaban que iba a salir bien la fusión barrocaflamenca. El grupo barroco comenzó con una pequeña introducción y tras ésta salió Arcángel; de punta en blanco. Ovación y los salaos “¡ole Arcángel!”. El nivel de la fusión parecía acabar pero, de pronto, la soprano (…) hizo subir hasta el punto álgido la actuación. Las horas, días y semanas de trabajo dieron su fruto. No se pueden mezclar músicas tan diferentes. En esta ocasión no es cierta la afirmación. Rotundo éxito entre el público, sonrisas y felicitaciones.

Dejo el enlace de YouTube http://www.youtube.com/watch?v=Nw9qDauqaWs&feature=related

lunes, 10 de octubre de 2011

Feria del libro antíguo de otoño

Ante todo pronóstico que hice mientras iba de camino con una buena amiga hacia la feria mientras le contaba la tesis que hizo mi profesor de textos griegos, la caza de libros salió medianamente boca abajo. Un churro vamos, pero al menos tenía ese azucarcillo que te deja buen sabor: Virgilio (Bucólicas) y Ovidio (Libro I de sus Tristia); todo el latín, por su puesto.
La mayoría de la gente, de paso; algún que otro curioso preguntando compulsivamente por un libro extraño o una enciclopedia anticuada -probablemente inservible- y otro que estaba desesperado por encontrar El origen de las especies de Darwin. Este último lo encontré entre un montón de poesía del 27.

Las mujeres mayores con ese folklore que las caracterizan, su laca hasta en las cejas, su vista cansada sacada a la luz por su gesto de bajar las gafas y mirar entre ojos el título y la sinopsis de los libros con portadas llamativas y, no podía faltar, la inconfundible voz a su marido -siempre cansado de que su mujer le recomiende libros que ella ha escuchado que "son muy bonitos" en boca de sus amigas- que decía cosas del calibre "Mira Paco, este es libro que se leyó la Encarni y que dice que está muy bien" o "De verdad, es que se ha escrito de tó". También señores mayores de boina y pantalones de pana verdes con alpargatas de cuadros grises. No podían faltar. Las mujeres de mediana edad a la manera de Shaquille O´neall metiendo cuerpo para colarse entre manos largas como las mías.

En cuanto a la feria se hace muy pesada. En todos, lo de todos. Más que del libro antíguo, de segunda mano. Los libros antíguos de exposición, aunque me quisieron vender una recopilación de textos latinos del XIX un tanto acarosa y medio a la plancha (no quise preguntar el motivo de las quemaduras de la portada). El año pasado me intentaron vender un Horacio del XVI por 1500 euros. Le pediré a Espe un préstamo para el año que viene. Todo sea por la (in)cultura.

Lo dicho, menos polvo y más sobras.

domingo, 9 de octubre de 2011

Él se muere, se muere

Aristóteles en el comienzo de su Metafísica habla sobre la necesidad del ser humano de saber y, por lo tanto, de sentir; ya que en tanto que sentimos conocemos y nos da cierta experiencia que, si se aprende de ella, nos puede ayudar en gran medida. Dice así: "Todos los hombres por naturaleza desean saber. Señal de ello es el amor a las sensaciones. Éstas, en efecto, son amadas por sí mismas, incluso al margen de su utilidad, y más que todas las demás, las sensaciones visuales."

Esto que dice Aristóteles sobre ese afán de saber que deriva en un amor a las sensaciones me hizo reflexionar hace ya tiempo. ¿Cómo podríamos describir lo que sentimos al conocer algo nuevo o al recordar una sensación que nos extasió en su momento? Solo con amor. Solo el amor a las cosas y a las sensaciones nos hace disfrutar de la vida, estar contentos con nosotros mismos y, lo que es más importante, ser felices. El amor a los pequeños placeres de la vida, esos que no cuesta tanto conseguir, son los que nos hacen más humanos. Por eso Aristóteles se refiere a todos los hombres (pantes anthropoi, porque somos todos los que deseamos conocer, sentir y ser felices. Aunque esencialmente sean las sensaciones visuales las que nos produzcan esto -como una puesta de sol, una montaña nevada, la abeja que chupa el néctar de la flor, ver cómo se desliza una pluma en una corriente de aire, etc- ¿Acaso si estuviésemos cegados de vista no podríamos amar lo que sentimos de manera tan intensa como el que posee la facultad de la vista?

Rainer Maria Rilke explicaba esto en sus correspondencias al joven poeta Franz Albert Kappus de la siguiente manera: "Y aunque se encontrara en un calabozo cuyas paredes no dejasen llegar a sus sentidos ni uno solo de los sonidos del mundo, ¿No le quedaría todavía su infancia, ese tesoro precioso y regio, ese santuario de la memoria? Dirija su atención a ella. Intente sacar a la superficie las sensaciones sumergidas de ese vasto pasado; su personalidad se consolidará, su soledad se ensanchará y se convertirá en una estancia a media luz desde la que oirá pasar de largo el ruido lejano de los demás."

Pero este desborde de sensaciones -a lo que William Wordsworth denominaba como overflow- no cabe duda de que requiere tiempo. La sensación de estar en constante contacto con el ansia -y ya no necesidad- de saber me produce una sensación extraña que seguramente esté promovida por el tiempo. Me abruma el tiempo. No puedo dejar un segundo. Hay tanto que leer y aprender de lo que se lee... Pero más sintiendo. Sabiendo convivir con nosotros mismos y aprendiendo de eso: de nuestros momentos de soledad. Y no solo Rilke insistía en la soledad, sino otros autores a lo largo de la historia como Teognis de Megara, Lucio Anneo Séneca o Santo Tomás de Aquino.
Ayer leí una poesía de Idea Vilariño que me sorprendió. Sobre todo la percepción del tiempo que tenía esta poetisa:


Está solo, lejano,
se está muriendo solo en la alta noche,
está solo, es hermoso,
lo obsesionan el mar, la muerte, los relojes,
lo obsesiona mi nombre
pero olvida las sombras de mis ojos.
Cabo de tormentas,
ahora que he doblado,
qué importa, qué me importa
que está muriendo lejos,
que se siga muriendo lejano en la noche
qué importa, qué me importa que se muera
y piense estoy viviendo.
El tiempo no es un río que canta
es un pantano.
Él se va terminando,
yo también,
todo, todo,
él se va terminando en la noche
y yo lo amo
y quisiera, quisiera.
No es un río que corre,
lo cruzamos,
nos vamos deshaciendo,
sus manos,
su obsesión por los nombres, las cosas el silencio
y esa palabra Tiempo que le oprime en la frente.
Nos vamos deshaciendo.
Ah, tomarse de algo.
Él se muere, se muere.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Ahora

El ordenador me ha vuelto a jugar otra mala pasada: se me ha borrado todo lo que había escrito; así que he decidido poner un poema que escribí hace tiempo. Los que lo leais, quisiera que escucháseis esto mientras lo leeis: http://www.youtube.com/watch?v=3PVbV9KIFoE
Gracias

AHORA

Ahora que ya nada es lo que parece
bajemos de este tren
tú y yo,
nadie más,
para palpar con nuestras secas manos
las más altas nubes
y las sábanas que lo tapan.

Ahora que las hojas lloran
vayámonos lejos de esta ahumada ciénaga
tú y yo,
nadie más,
para poder conformarnos
con el olor del ardiente crepúsculo
mientras crecemos.

Ahora que las estrellas no brillan por si solas
pintemos el mundo de color dulce melodía
tú y yo,
nadie más,
para descubrir el perfume
rociado en ellas
lleno de esperanza
y luces de mar.

Y ahora que ya nada queda
vistámonos de invierno
tú y yo,
nadie más,
para extasiar nuestros sentidos
con húmeda llama
y así fundir fuego con nieve.